A mi hija le empecé a escribir hace un año, cuando el encierro llegó y tuvimos que acostumbrarnos al distanciamiento social y a la vida sin abrazos. Durante un año le escribí con esperanza, hasta que ella llegó en septiembre pasado, a ser eso en mi vida.
En tiempos de convulsión, ser mamá es un cuestionamiento vivo, permanente.
Y en una pandemia, ¿qué podría decir?
Hay que aprender a recibir la incertidumbre, ese sentimiento que todos hemos tenido que reconocer en el último año y que parece abrumador, pero que hay que abrazar con alegría y en calma. De alguna manera, no saber hacia dónde vamos termina siendo una oportunidad para construir, para escuchar, para conocer y descubrir otras formas, otros pensamientos, otros caminos.
Irene Vallejo, una columnista del periódico El País de España, recordaba hace poco en uno de sus artículos a Carmen Gaite en El cuento de nunca acabar con una parte en la que decía: “Ponerse a contar es como empezar a coser; es ir una puntada detrás de otra”. Recuerdo que la leí en voz alta, como leo casi todo ahora, junto a mi hija que me acompaña en la lectura atenta, con una mirada fija y a veces intentando decirme algo.
Empezar a vivir, pienso, es también como empezar a contar o a tejer. Y me repito: “una puntada detrás de otra”.
Elena ha empezado su vida en tiempos de incertidumbre colectiva en el que las emociones están muy vivas y hay pocos momentos de silencio o reflexión para entenderlo todo. Hablarle, conversar cuando ella está o permanecer en silencio y observar la naturaleza, son mis formas de decirle que ella ya ha empezado a tejer algo. Una vida que espero viva con apertura a lo distinto, con la sensibilidad y los ojos interiores que nos da la lectura o la música, con la emoción de un amanecer y ojalá con muchas conversaciones por fuera de los círculos sociales en los que se mueva cuando sea ya adulta.
Eso que va tejiendo Elena, espero que sea una vida libre. Quisiera que no dependa de mis miradas para estar segura de las suyas, que no me busque para preguntarme qué pienso y saber qué pensar, sino que me encuentre para conversar sobre lo que cree y para exponerme sus argumentos o confrontar mis opiniones.
Así podríamos juntas construir una conversación, que es lo que más necesitamos ahora. Un diálogo sincero para reconocernos, todos. Para volver a creer.
Eso que seré en unos años, me diría hoy: sigue creyendo en eso que crees, sigue dándole fuerza a la palabra, sigue buscando conciliar. Elige tus discusiones, aprende del silencio. El amor y el equilibrio tienen una relación directamente proporcional con lo que decimos. Sigue hablando siempre con la verdad.
Eso es formar una familia, compartir desde la contemplación y ver la belleza en cada atardecer, en el mar, en los árboles, en el aire que respiramos y en las otras personas.
3 comentarios en “Y así, la vida. Una puntada detrás de otra”
Maravilloso ? Lectura!
Muchas gracias
Amé este texto. Completico.
Muchas gracias por compartir tu experiencia. Lamentable el periodo que te tocó sufrir. Como sociedad debemos abrirnos a otras miradas y fundamentalmente evitar todo tipo de discriminación