Por: Juan David Aristizábal
La buena noticia es que cada vez más nos acostumbramos a que el nuestro es un país de emprendedores. Hace algunos años, en su libro A puro pulso, Hollman Morales contaba las historias de algunos empresarios colombianos que se habían abierto camino, como bien lo anticipa el título, a punta de trabajo y lucha: a puro pulso. Hoy el sendero no solo es más amplio —en gran medida gracias a esos primeros titanes empresariales— sino que es uno atractivo para muchos jóvenes que sueñan con crear su propia empresa. El efecto positivo de los pioneros no se agota en los emprendedores que les siguen, ni en los que seguirán: su ejemplo incide incluso en quien no tiene en sus planes la creación de empresa.
Empecé este artículo con la buena noticia. Se preguntarán, ¿cuál es la mala? Mi propuesta es que dejemos las malas de lado. Nos hemos vuelto expertos en el diagnóstico y la crítica. Ya ha habido suficiente debate: sabemos lo que tenemos que hacer. Paremos nuestra obsesión con la búsqueda de culpables y volquémonos hacia la acción. Ese, por ejemplo, podría ser un primer elemento del espíritu emprendedor. La priorización despiadada de la acción. Y no quiere decir que esté promoviendo la eliminación de la reflexión: la reflexión es vital pues de nada nos sirve desplegar nuestras energías en la tarea equivocada. Ya lo decía Mauricio Rodríguez, los colombianos no fallamos en la eficiencia, sino en la efectividad. No nos quedamos cortos en ejecución, sino en elección; en hacer cosas que marcan la diferencia.
“Empecé este artículo con la buena noticia. Se preguntarán, ¿cuál es la mala? Mi propuesta es que dejemos las malas de lado. Nos hemos vuelto expertos en el diagnóstico y la crítica”.
En fin: reflexión sí, pero no como protagonista fundamental. Nos hemos vuelto una nación de criticadores —que no es lo mismo que críticos— y no es sorpresa: ¿cuántas iniciativas hay a diario para discutir los diferentes asuntos del país? Miles. ¿Es un buen uso de nuestra energía colectiva? No lo creo. Debemos priorizar la acción. Incentivar la solución de problemas más que su sobrediagnóstico.
Esto va de la mano con otra idea que podemos tomar prestada de los emprendedores; otra que compone el espíritu emprendedor: los problemas antes que las ideas.
Atención a la narrativa equivocada: los emprendedores son genios a quienes se les ocurren grandes ideas. Error. Esa es una visión equivoca y además limitada. Si nos creemos ese cuento entonces tenemos la excusa perfecta para escondernos: hasta tanto no se nos ocurra la gran idea, no podemos aportar al mundo.
Una mejor versión: los emprendedores son personas obsesionadas con resolver problemas. Ahí tenemos otro elemento del espíritu emprendedor: obsesión por resolver problemas antes que enamoramiento de las ideas.
Y si lo importante es resolver problemas y no tanto ser fiel a las ideas que tenemos en la cabeza arribamos inevitablemente al tercer elemento del espíritu emprendedor: la mentalidad iterativa. Que la idea ejecutada no haya tenido el impacto previsto no es un motivo de renuncia; es, en realidad, información para realizar el siguiente experimento. La siguiente iteración. A los resultados —esto lo tienen claro los emprendedores— se llega a través de prueba y error no de planeación e implementación. Probar, aprender, ajustar. Ese es el mantra que nos convendría mantener a la hora de atacar problemas.
Me habían pedido escribir sobre educación. Sin embargo, no hay en este artículo rastro del ICFES, ni disertaciones sobre educación media, ni de las reformas que debemos implementar. Pero eso tiene que ver con el mensaje que quiero dejar sobre educación: tenemos que dejar de ver la educación como aquello que sucede en una etapa especifica de la vida y empezar a entenderla como una vocación vitalicia.
¿Qué otra cosa está sobre diagnosticada? Que vivimos en un mundo que cambia a un ritmo acelerado y que debemos estar en constante aprendizaje para mantenernos competentes. Eso ya está estudiado. Vamos entonces a la acción: ¿qué estamos haciendo para mantenernos competentes?, ¿nos estamos asegurando de integrar la educación en nuestras vidas, en nuestras rutinas del día a día? Los emprendedores lo saben: si se despistan, pierden la ventaja que se han ganado. Aprendices vitalicios por gusto, en parte, pero por necesidad, sobre todo. Cuarto elemento del espíritu emprendedor: ser un aprendiz de por vida.
Los problemas están ahí, a la vista. Nadie nos priva de ir a por ellos. Estamos en la era en la que no necesitamos pedir permiso para mejorar nuestra calidad de vida y la del resto del mundo. La educación que necesitamos también está ahí: a un clic de distancia. ¿Qué nos falta entonces? Tal vez es ese espíritu emprendedor.
Para resolver problemas —para mejorar la vida— no necesariamente tenemos que crear empresa; eso sí, probablemente necesitamos: volcarnos a la acción; enfocarnos en problemas, no en ideas; mantener una mentalidad iterativa que nos permita probar hasta llegar a una solución satisfactoria; y, finalmente, hacer del aprendizaje y de la educación un proyecto de vida, no un esfuerzo transitorio de pocos años que nos deje atrasados y desactualizados en un mundo que no nos va a esperar.
Comentarios para “Extraer el espíritu”
Me encantó. Sobre todo, cuando dice que nos hemos vuelto expertos en en el diagnóstico y la crítica. Estoy convencida de que también hay cosas buenas por contar y para eso necesitamos darle vida a las ideas. Con determinación.